Thursday, December 20, 2007

cuando llamabas al teléfono

Dentro de mi incultura sexual ya sabía yo algunos "idiomas": Ruso (masajear el ano), Cubano (masturbación entre los pechos), Tailandés (masajear el cuerpo con los senos), Sueco (sexo en grupo), Japonés (coito en el suelo y en cuclillas), Sajón (presionando la base del pene para retrasar la eyaculación).. etc. Pero de "Birmanos" la verdad es que ni idea.



Y me costó que me lo dijeran, cuando llamabas al teléfono se empeñaban en demostrártelo "in situ", eso sí, con satisfacción garantizada, pero no soltaban prenda.



Después de cinco intentos lo conseguí, sé que la mayoría no sólo ya sabéis que es, sino que lo habréis practicado millones de veces, pero como espero que existan más almas cándidas e "inocentes" como yo, voy a ver si soy capaz de explicarlo, aunque solo sea para ellos, pobrecitos míos.

Thursday, June 07, 2007

despliega las alas

Dosis de recuerdo de la vacuna antimisoginia del lunes, más fuerte, más dura, un paso más en el escalafón animal.



También es la hembra la que elige, la que dirige, la que controla, la que siente la llamada del amor (¡anda y que no queda poética la frase!) con un abdomen que aumenta de volumen, mientras los machos se hacen más suaves y más cautos y, guiándose por su olfato, se acercan en grupos de 20 o 30 muy despacio y procurando llamar lo menos posible la atención de ella.



La danza se detiene, eso significa que la hembra ha elegido a uno de ellos, siempre es la hembra la que elige a uno entre varios, los demás desaparecen mientras el aceptado y se aferra al dorso de su compañera.



Cuatro veces mayor que él, la hembra no demuestra ningún interés, el macho se suelta y se aferra varias veces en un cortejo que puede durar más de seis horas, no es tiempo perdido, durante ese ritual en el que los amantes se separan y se unen varias veces, el macho fabrica y llena el saco espermiótico que lleva en su abdomen.

Monday, March 12, 2007

intimidad

Es justo en esos "peores momentos" que uno tiene en un día negro, esos donde te ves a ti mismo como un patito feo sin ninguna esperanza de cambio, cuando saco a relucir toda mi artillería pesada y comprendo al cabo de los años, la utilidad de las historias que contaba mi abuela, aquellas que vistas con ojos infantiles, daban de todo menos tranquilidad.



Y es que no hay nada para levantar el ánimo que mirar alrededor fijándose en algo más que en los propios defectos. La cuento en voz baja, que da como cierta intimidad.