Es justo en esos "peores momentos" que uno tiene en un día negro, esos donde te ves a ti mismo como un patito feo sin ninguna esperanza de cambio, cuando saco a relucir toda mi artillería pesada y comprendo al cabo de los años, la utilidad de las historias que contaba mi abuela, aquellas que vistas con ojos infantiles, daban de todo menos tranquilidad.
Y es que no hay nada para levantar el ánimo que mirar alrededor fijándose en algo más que en los propios defectos. La cuento en voz baja, que da como cierta intimidad.
Monday, March 12, 2007
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